El Tarot es una colección de 78 representaciones simbólicas habitualmente estampadas en forma de cartas.
El uso tradicional de este mazo de cartas es tanto como juego de naipes como la práctica de la adivinación y el oráculo personal.
Su cometido real es mostrar con imágenes, para que todo el mundo pueda comprender, las etapas y claves del recorrido por el Árbol de la Vida que todo iniciado debe recorrer para alcanzar la conexión plena con su Yo Soy.
El mazo del Tarot se divide en 56 cartas de palos: Bastos, Copas, Espadas y Oros –conocidos como Arcanos Menores–, así como 22 figuras sin palo, llamadas Arcanos Mayores. Cada palo consta de 14 cartas: del 1 al 10 y luego 4 figuras –Rey, Reina, Caballo y Sota–.
Los cuatro palos se relacionan con los planos de la manifestación o mundos cabalísticos indicados en la sección anterior.
Todas estas imágenes representan en su conjunto al Árbol de la Vida de la Cábala, de manera que sólo es posible comprender en profundidad este sistema en la medida en que se conoce el árbol cabalístico.
Orígenes del Tarot

Dice la Tradición esotérica que la sabiduría del Tarot fue entregada a Adán por los ángeles, y que con el pasar de los siglos, fue trasmitiéndose primero de forma oral y, más tarde, “escondida y resguardada” en forma de juego de naipes para que perdurara en el tiempo.
El Tarot aparece, como juego de naipes, alrededor del siglo XIII, y la primera baraja que se conserva es la asignada en Italia a Filippo María Visconti (1412-1447).
En 1791, Antoine Court de Gébelin (1719-1784), pastor protestante y francmasón, publica el VIII tomo, titulado “La historia, el blasón, las monedas y los juegos”, de su obra monumental llamada “El Mundo Primitivo”. Allí hay una larga sección dedicada al tarot adivinatorio.
Según este autor, el Tarot vendría de Egipto, y sería un libro atribuido al dios Thot, dios con cabeza de ibis y escriba divino.
En Egipto, Thot era el patrón de los astrónomos, contables, magos, curanderos, encantadores y adivinos. Thot habría enseñado la magia divina a algunos iniciados con la finalidad de transmitirla a los hierofantes, a los grandes sacerdotes, a los sabios y a la tradición de “todos aquellos que tienen ojos para ver y oídos para oír”.
El nombre de Tarot, según Court de Gébelin, derivaría de dos términos egipcios: tar –vía, camino– y ro –rey o real–. El Tarot seria entonces “la vía del rey”, la que conduce a un hombre vulgar a convertirse en rey.
Según otras opiniones, la palabra Tarot se relacionaría con el nombre de la ley judía, la Torah. También se lo ha emparentado con el término latino “rota” (rueda) asociándolo con la “rueda de la existencia”.
No hay que pasar por alto la similitud fonética de las palabras Tarot y Torah (תּוּרּהּ): Tarot leído desde el final hasta el principio suena como Torah. Además existe una trasposición de letra final “intencionada” entre Torah, a la que se añade la Tau final.
La letra Tau תּ, la última del alfabeto hebreo, significa cruz y materia, mientras que la Hei הּ en que acaba Torah significa Espíritu, aliento. Si la Torah tiene su origen en el Espíritu, el Tarot tiene su destino en la materia, en el mundo.
Hasta el siglo XIX no se había hecho una explicación sistemática de los arcanos del Tarot. Todo se reducía a una descripción simbólica con explicaciones subjetivas y personales.
El acceso al conocimiento del Tarot fue, desde la Edad Media, por tradición oral, lo que siempre conllevaba el que junto a la verdad fundamental, se añadieran un sinfín de interpretaciones subjetivas.
Esto se agravaba cuando el aprendizaje no iba asociado a un conocimiento profundo del Árbol de la Vida de la Cábala. Este uso tradicional –a menudo supersticioso– de interpretación subjetiva y anárquica es lo que dio, en gran parte, mala fama a este oráculo.

El Tarot y la Cábala
En las obras cabalísticas de referencia como el Sefer Yetzirah o el Zohar, no se hace una referencia a la relación entre los 22 senderos llamados subjetivos, y los 22 Arcanos Mayores. Todavía a día de hoy hay cabalistas que no aceptan esta asociación.
Tampoco se acepta en la Cábala más tradicional la relación existente entre las 22 letras hebras y los Arcanos Mayores del Tarot.
El primer esoterista que hizo una asociación entre los arcanos del Tarot y la Cábala fue Eliphas Levi –el abate Constant 1810-1875) y su obra fue seguida por Papus (Gérard Encausse 1865-1916).
Pero el primer trabajo completo asociando la Gematría (técnica cabalística) con el Tarot fue el del británico Oswald Wirth (1860-1943), creador del El Tarot de los Imagineros de la Edad Media en 1937.
El maestro ocultista británico Aleister Crowley (1875-1947) trabajó sobre su Libro de Thot, que asocia también la Cábala con el Tarot de Marsella.
Es a partir de estos trabajos que se asocia en el Árbol de la Vida de la Tradición cabalista los 22 senderos subjetivos, los 22 Arcanos Mayores y las 22 letras del alfabeto hebreo.
No hay unanimidad respecto a la relación entre senderos, letras y arcanos, y cada autor establece una descripción en función de un punto de partida concreto.
Es de extraordinaria riqueza el estudio de cada punto de vista, ya que completa y amplifica la comprensión de esta maravillosa herramienta de evolución interior.

Los 22 senderos del Árbol de la Vida
En los 22 senderos que conectan las diez Sephirot del Árbol de la Vida se sitúan, en un orden concreto establecido, los 22 Arcanos Mayores del Tarot. Cada sendero muestra un movimiento del alma en la búsqueda de la Iluminación y el encuentro con su Espíritu.
Papus indica en su libro El Tarot de los Bohemios: “Este juego de cartas llamado Tarot que poseen los bohemios es la biblia de las biblias. Es el libro de Thoth Hermes Trismegistro, es el libro de Adán, es el libro de la Revelación primitiva de las antiguas civilizaciones Este juego bajo los nombres de Tarot, Torah, Rota, ha formado sucesivamente la base de la enseñanza sintética de todos los pueblos antiguos. Allí donde el hombre del pueblo tan sólo ve un medio de diversión, el pensador encuentra de nuevo la clave de esta tradición tan desconocida”.
Respecto de las cartas del Tarot, hay varios mazos clásicos sobre los que han versado la mayoría de los estudios esotéricos sobre Cábala y Tarot del siglo XX y XXI: el Tarot de Marsella, el Tarot egipcio, el Tarot del doctor Encausse (Papus), el de A.E. Waite; y el “Libro de Thot” de Aleister Crowley. Hay que indicar que existen discrepancias entre los autores a la hora de la ubicación de determinados senderos.
Jaime Villarrubia en su obra del Sefer Ha Neshama hace un exhaustivo estudio de los textos bíblicos para proponer una demostración rigurosa de la relación entre senderos, arcanos y letras hebreas.

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